lunes, 29 de junio de 2015

El tiempo pasa y creamos Historia

Ya terminando nuestro curso hemos diseñado nuestra Linea del Tiempo.



Cada año de nuestra vida ha quedado
reflejado.


Hemos trabajado en equipo ayudándonos unos a otros.



El resultado final ha sido muy interesante.


domingo, 28 de junio de 2015

Entrenar nuestra boca con los Minions

Los Minions vienen pisando fuerte este verano, si queréis entrenar vuestras bocas durante el verano podéis usar estas láminas para jugar frente al espejo y hacer caras divertidas en familia.

¡Espero que las disfrutéis!



¡¡FELIZ VERANO!!

Navegando por Internet, he encontrado estos ejercicios que ha recopilado una compañera, Eugenia Romero, para mejorar el habla de nuestros pequeños y ayudarles a madurar un poquito durante el verano.

Para aquellos que queráis aprovechar estas vacaciones para jugar con vuestros peques, os lo recomiendo.

¡¡FELIZ VERANO A TODOS!!



viernes, 26 de junio de 2015

Los dragones no son malos

Los niños de 2º de Primaria trabajamos la figura del dragón en los diferentes relatos de nuestra literatura. Descubrimos que no todos los dragones son malos y que un ser tan grande y muchas veces feo también puede ser tierno y amable.


 Cada uno de nosotros realizamos un dragón en la clase de Educación Visual y Plástica.




 Unos los hicimos fieros




Otros rosa caramelo.



Pero todos fueron voladores como nuestra imaginación.



Otros eran clásicos y verdes pero algunos sufrieron sarampión.



Pero sobre todo nos lo pasamos muy bien creándolos.

viernes, 12 de junio de 2015

Colaboración especial, fuera de concurso


Relato ganador categoría Adultos

UNA VIDA QUE RECORDAR
Hacía una soleada tarde de viernes de mayo y como cada día, Reme, iba a buscar a su nieta Berta a la salida del colegio.  Para ella,  se había convertido en una costumbre inquebrantable el hecho de esperar rodeada de madres y padres impacientes a su querida nieta, de comentar con la maestra a la salida lo sucedido en clase, de jugar posteriormente en el parque y lo peor, darle de merendar, ¡ay, Dios la niña! algún día iba a perder la alpargata persiguiéndola por todo el parque, ¡y a su edad!, para que Bertita, su ojito derecho, pero que comía menos que un pajarillo recién nacido, se dignara a comer un bocado de bocata de jamón y no acabara desnutrida y desmayada por algún banco por falta de alimento.  –Si yo tuviera ese estómago… mejor me iría -pensaba-. Que poco ha salido a mí. ¡Ay la niña que se me muere algún día de no comer!
Aquel viernes Berta salió del cole muy emocionada. –Abuela, abuela, hoy hemos hablado en clase de las cerezas, y… ¿sabes qué?, ¡tenemos que hacer un cuento sobre ellas! -exclamó con esa voz de pito que tan dulce le parecía a Reme.
 – ¡Qué bien, mi niña, con lo que te gustan a ti las historietas y las cerezas!, que bocatas no “mija” pero para la rica cereza no me haces jugar a la abuela atleta por el parque, ¡que algún día se me va a salir hasta la prótesis de la cadera!
El día pasó tranquilo en el parque, y como cada viernes Reme se llevaba a Berta a cenar a su casa para permitir un ratito de descanso a su hija y a su marido que tan duro trabajaban entre semana.
 –Berta, cariño, cómete la cena por favor, que a este paso no me creces.
 –Umm, no abuela, yo quiero cerezas -señalaba la pequeña hacía un bol rebosante de cerezas que había comprado Reme hoy en el puesto.
 –Bueno Berta, te propongo un trato,  si te comes la cena yo luego te doy unas poquitas cerezas y además te cuento una historia que tiene mucho que ver con ellas y, de esta forma, te sirve de ejemplo para tu cuento, ¿aceptas? A Berta no le costó muchos segundos sopesar la oferta y aceptó de inmediato.
Pues como se había pactado, Bertita se había comido toda la cena sin dejar ni un bocado. Mientras tanto Reme iba desempolvando recuerdos, recuerdos que guardaba en lo más profundo de su mente, recuerdos que ni un centenar de años conseguirían borrarlos de su memoria, de esos que se graban a fuego y se visualizan como una película si cierras los ojos, como esas de Cine de Barrio que tanto le gustaban a Reme.  –Muy bien “mija”, te voy a contar la historia del porqué las cerezas de la Vega del Río Martín son mi fruta preferida. ¿Estás preparada?
 - ¡Sí sí sí abu! -canturreaba Berta.
-Pues bien cariño, ésta no es una historia de dragones, ni de castillos, ni de aventuras; es una historia de amor, de cómo conocí a la persona más importante de mi vida hasta  la llegada de tu mamá y luego de tí.
Yo tenía 14 años, sí,  aunque no te lo creas tu abuela algún día también fue joven, y mis padres, trabajadores del campo de toda la vida, necesitaban ganar algún dinero más, ya que la cosecha de ese año había sido nefasta. Nosotros subsistíamos con lo poco que nos daban los animales que poseíamos y lo poco que nos había dado la tierra ese año: gallinas, burros, algún cerdo, pollos, borrajas, cebollas, tomate…, así que decidí además de trabajar la tierra de mis padres, apuntarme  para trabajar en el almacén de la cereza del pueblo.  
Empecé a trabajar primero recolectando cerezas en el campo, un trabajo duro por el agotador y sofocante calor que pasábamos y los mosquitos dichosos, ¡Ay “mija” si me picaban, si parecía que tuviera la varicela de tantos abones!, si el primer día que llegué a casa, después de trabajar, mi madre salió desbocada al verme con unos paños húmedos porque pensaba que me estaba dando algo. Si cariño,  antes no se iba al médico como ahora y pasábamos con los pocos remedios caseros que se sabían.
            Pero, a pesar de todo, trabajar en el campo era reconfortante por el buen ambiente y clima que había entre las trabajadoras, sobre todo, eran chicas jóvenes del pueblo como yo. Y ¡qué bien nos lo pasábamos comentando los cotilleos más sonados del pueblo así como pasando revista a los jóvenes más guapos! la Pili estaba loquita por el Aurelio, un chaval que había venido nuevo al pueblo, si vieras la cara de boba que se le quedaba al pasar, y el muchacho ni cuenta.
Pues bien, los días pasaban y pasaban, y yo cada vez con más picotazos y un moreno de ésos que tienen los camioneros con la marca de la camiseta en el brazo. Pero un día, para nuestra sorpresa, nos llegó la noticia de que iban a venir más personas de refuerzo porque la campaña se nos echaba encima y necesitábamos acabar su recolección. Las personas que iban a venir pertenecían a pueblos vecinos y sería por poco tiempo.
Así pues, al día siguiente, aparecieron una veintena de personas. La mayoría de las personas que bajaban eran entradas en años y mujeres mayoritariamente  hasta que, de pronto, vi bajar al chico más guapo que había visto en mi vida, “mija” de ésos que te cortan el hipo cuando los miras, bueno eso ya lo aprenderás cuando seas mayor, tú ahora, de momento, quietecita con los chicos que eres muy pequeña.
La mayoría de los días me pasaba mirándole y espiándole a escondidas, “mija” yo era muy vergonzosa no como ahora que a primera de cambio se juntan las parejas y hablan todo el tiempo con los móviles por el cacharro ese... “wassa”  creo que se llama, antes era todo muy diferente.
 Aunque las chicas me incitaban todos los días a hablarle y provocaban situaciones entre los dos para que se produjera algún encuentro, yo lo único a lo que me dedicaba cuando lo veía era a ponerme roja como una cereza de la variedad Ruby, que mira si son rojas ¡eh!  y a echar a correr como alma que lleva el diablo.
Un día, acabada la jornada laboral, para entretenernos un poco, decidimos jugar a un desafortunado juego para mi desgracia. La Pili, la Carmen y yo tuvimos la brillante idea de jugar a ver quién era la chica que más cerezas podía comer. Sí Bertita, antes éramos un poco más animales y no teníamos tantos juguetes como ahora para entretenernos, antes con un palo y una piedra hacíamos un castillo y no como ahora que os aburrís de tantos juguetes y maquinetas de ésas. Bueno que me ando por las ramas Bertita y no acabo, pues ya sabes que como buena cabezona que es tu abuela quería ganar, y de hecho gané, 150 cerezas de las más gordas me comí Bertita con tal mala pata que las cogí de un árbol que estaba recién sulfatado, para que lo entiendas “mija” los agricultores le echaban al árbol unos productos para que unos bichitos no se coman el árbol y sus frutos.
Así que Bertita, con semejante cantidad de sulfato que ingerí, me puse muy malita, unos dolores de estómago y tripa insoportables, como que yo me llamo Remedios González que pensaba que me iba al otro barrio. Estuve en cama muchos días tomando infusiones a cada hora con plantas de la zona y, escuchando desde la cama a mi madre rezando el padre nuestro cada cinco minutos, de hecho a veces no sabía si estaba en el camastro de mi casa o con los angelitos del cielo tanto relicario y Ave María para arriba y para abajo.
Para mi sorpresa, al sexto día de mi recuperación, apareció Juan por la puerta de mi casa, mi amor platónico desde la primera vez que lo vi en el campo de cerezos y con el que nunca había cruzado palabra.
Cuando lo vi entrar en mi cuarto no sabía si estaba soñando o que la lavativa de infusiones que me tomaba todos los días me estaba haciendo ya alucinar. El pobre chico estaba muerto de la vergüenza. No sé cómo se las habría arreglado para llegar hasta allí, bueno sí, más adelante me enteré, al ver que yo no aparecía por la plantación y con los rumores de mi enfermedad, le echó valor y le preguntó a la Pili donde vivía.
Lo único que me dijo al entrar a mi cuarto, eso sí más rojo que una Ruby, fue que había estado muy preocupado por mí, ya que temía que le pudiera pasar algo a la chica en la que pensaba antes de acostarse y no más levantarse, que aunque no habían hablado nunca se había enamorado de ella hasta las trancas. Entonces Bertita, ¿tú como crees que me quedé al oír eso? yo creo que se me fueron todos los males de sopetón.
Y desde aquel entonces no me he separado de ese hombre nunca. Así es como conocí a tu abuelo “mija”. Ahora comprenderás porqué la cereza es mi fruta preferida, además de ser la más sabrosa con diferencia.
-Jo abuela, no me sabía esa historia tan bonita, me ha encantado -decía con cara anonadada-.Me parece que ya sé de qué voy a hacer mi cuento para el cole,  ¿quieres que te la cuente abuela?
 -¡Claro bonita!
 –Empieza así: Erase una vez la cereza de la Vega del Río Martín…


                                                                                                                      FIN

                                                                                                     Seudónimo: S.B

Relato ganador categoría Juvenil

                                   
LA VIDA BAJO UN CEREZO
Hace muchos años vivía en una pequeña casa de campo una pareja de campesinos con su hija  Greta. Como los padres de Greta eran agricultores  la casa estaba rodeada de una enorme parcela con cultivos y un corral anexo a la casa. La  casa tenía una enorme chimenea, las ventanas de madera y la fachada pintada de color blanco.
 Greta era una chica muy alegre, tenía el pelo castaño y casi siempre se lo recogía en dos trenzas.  Le encantaba ponerse sus faldas de flores y confeccionar trajes para sus muñecas. Greta tenía que desplazarse en bicicleta todos los días para ir al colegio del pueblo y cuando llegaba a casa le encantaba ayudar a sus padres a cultivar en el huerto. La verdad era que no tenía muchos amigos, se pasaba el día correteando entre los campos de cerezos de su padre e imaginando historias de aventuras con todo tipo de seres fantásticos.
Una mañana de sábado la niña fue al pueblo a comprar leche y cuando volvió se dio cuenta de que había alguien en la finca, así que fue a ver qué pasaba. Al acercarse se dio cuenta de que era un niño que estaba tumbado a la sombra de un cerezo y llevaba una pequeña mochila de cuero apoyada en su regazo.
¿Qué estás haciendo aquí? ¿Quién te ha dejado pasar?- preguntó Greta un poco nerviosa,  ante la situación.
No nos conocemos, soy Alejandro pero todos me llaman Álex.- dijo el niño con la boca llena de cerezas.
Yo soy Greta ¡¿y a ti quién te ha dado permiso para coger cerezas?!- le preguntó la niña cada vez más enfadada.
Ems…no te mosquees que sólo son unas cuantas cerezas y con todos los árboles que tenéis no creo que tu padre las eche en falta- se intentó excusar Álex.
Greta se sentó a su lado y le dijo: ¿no llevarás cerezas en esa mochila verdad?
Álex,  lejos de contestar, comenzó a sacar de ella un montón de cochecitos de juguete de todos los colores y tamaños y los dos niños empezaron a jugar. Al acabar la tarde los niños quedaron en ese mismo cerezo para volver a jugar al día siguiente. A partir de

entonces, cada día,  Álex y Greta se encontraban bajo aquel cerezo y jugaban sin parar hasta que el sol se ponía y Alex tenía que regresar a su casa del pueblo. Poco a poco se fueron conociendo, se convirtieron en compañeros de aventuras y se hicieron inseparables. Construyeron un pequeño fuerte con ramas y cañas que cogieron de la ribera del río, y  lo llamaron “Villa Alegre” fusionando sus dos nombres, Álex y Greta, y porque pensaban que ese nombre describía bien como serían sus tardes allí.
Pero pasaron los años y las cosas cambiaron, ahora ya no les divertía jugar con los cochecitos de Alex ni inventarse historietas de aventuras en Villa Alegre. Greta y Álex seguían reuniéndose en el cerezo pero ahora sólo hablaban, y con el tiempo empezaron a aburrirse. Se pasaban las horas muertas preguntándose mutuamente qué podían hacer.
Un día Álex no apareció en toda la tarde por el cerezo y Greta se quedó muy triste consciente de que aquella amistad se había marchitado. Sin embargo todos los días Greta iba al cerezo  a esperar a Álex, pero él nunca aparecía.
 El tiempo pasó y Greta ya era mayor. Sus padres habían muerto y ella estaba más sola que nunca. Seguía viviendo en la casa de sus padres, ella cuidaba  los animales del corral y todos los cultivos.
 La sociedad había evolucionado: ya había radios, televisiones y todo el mundo llevaba coches, pero Greta como apenas salía de la finca y no tenía relación con los vecinos del pueblo, no tenía todos estos avances.
Cada tarde Greta iba al cerezo en el que se encontraba con Álex y se ponía a recordar los viejos tiempos viendo antiguas fotografías y dibujos, y sobre todo preguntándose qué habría sido de Álex. A veces Greta  pensaba que no había aprovechado su vida y que la única persona que siempre le había hecho feliz era Álex. Así que un día que tenía que hacer recados en el pueblo, le preguntó a la tendera que si Álex seguía viviendo donde siempre y ella le contestó que hacía muchos años que no se le veía por allí ni a él, ni a sus padres.
Una tarde cuando Greta estaba en Villa Alegre escuchó una voz a lo lejos que gritaba su nombre. Se levantó y al acercarse vio a un señor.
¿Greta te acuerdas de mí?-le pregunto el señor.
¡Álex!-exclamo ella sobresaltada por la emoción. Y los dos se fundieron en un abrazo.
Parece mentira, sigues igual…-dijo Álex. Pero Greta no podía decir lo mismo, a Álex se le había caído el pelo, tenía bigote y había engordado. Tras unos minutos de conversación Greta se dio cuenta de que por mucho que Álex hubiera cambiado físicamente seguía siendo el mismo que cuando era pequeño. Hablaron durante horas en el cerezo como solían hacer de niños y Álex le contó el porqué de su desaparición.
Aquel día mi padre me dijo que no podíamos seguir en el pueblo por temas económicos y que recogiese todas mis cosas. Nos fuimos esa misma mañana, pensé en avisarte pero no tuve tiempo. Llevo viviendo desde entonces en un pueblo del sur de Francia, me llevaron a un colegio en el que enseguida hice muchos amigos, aprendí francés  y cuando fui mayor empecé a trabajar en una fábrica de zapatos. Cuando cumplí veinte años me compré un piso con el dinero que ganaba  trabajando. En el piso vivía con dos amigos que eran muy importantes en el mundo del periodismo y gracias a ellos pude visitar muchos lugares. Llevo tres años viajando por España y he decidido volver al pueblo porque en Francia ya no me queda nada. Eso es todo…-dijo Álex mientras le enseñaba a Greta una foto de sus viajes. Al escuchar todo esto Greta se derrumbó por dentro, ahora se empezaba a dar cuenta de que había un mundo lleno de oportunidades, personas y experiencias más allá de la finca.
Álex le preguntó qué había hecho ella en todos estos años y ella le respondió que simplemente había cuidado del huerto. Mientras Greta pronunciaba esas palabras una lágrima se deslizaba por su mejilla.
Si quieres puedes quedarte aquí a vivir conmigo,  podremos cuidar juntos del huerto y pasar todas las tardes en Villa Alegre como cuando éramos niños ¿Qué te parece?-preguntó Greta.
Que es la mejor idea que he oído nunca- le respondió Álex.
Y así fue, los dos envejecieron en  aquella casita de campo. Greta nunca más se volvió a sentir sola, Álex descubrió cuál era su verdadero lugar, y juntos hicieron que Villa Alegre se llenara de vida de nuevo.
 Pseudónimo: Wally7


Finalista categoría Infantil


Relato ganador categoría Infantil


III Concurso de relatos "La CEREZA de la vega del río Martín"

III CONCURSO DE RELATOS     
 “La CEREZA de la vega del río Martín

ACTA FINAL

Reunido el jurado, después de varias sesiones en las que se ha llevado a cabo la valoración de los trabajos recibidos,  se acuerda,  por unanimidad,  conceder premio a los siguientes:

·       A. CATEGORÍA INFANTIL:
“La naturaleza es sabia”. Autora: Naomí Gascón Sanz.

·       B. CATEGORÍA JUVENIL.
La vida bajo un cerezo”. Autora: Ana Pilar Pastor Bernad.

·       C. CATEGORÍA ADULTOS
“Una vida que recordar”. Autora: Sara Benaque Escosa.

También se decide dar una mención especial al siguiente trabajo finalista,  presentado en la categoría A. INFANTIL:
§       “Efecto cereza” escrito por Iris Pérez Ginés.

Y para que así conste se firma el acta, por todos los miembros del jurado,  en Albalate del Arzobispo a diez de junio de dos mil quince.

Fdo: Tomasa Bernad Mora
        Mª Carmen Bernad Esteban
        Maribel Palos Labora
        Clotilde Gómez Gómez

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