viernes, 12 de junio de 2015

Relato ganador categoría Juvenil

                                   
LA VIDA BAJO UN CEREZO
Hace muchos años vivía en una pequeña casa de campo una pareja de campesinos con su hija  Greta. Como los padres de Greta eran agricultores  la casa estaba rodeada de una enorme parcela con cultivos y un corral anexo a la casa. La  casa tenía una enorme chimenea, las ventanas de madera y la fachada pintada de color blanco.
 Greta era una chica muy alegre, tenía el pelo castaño y casi siempre se lo recogía en dos trenzas.  Le encantaba ponerse sus faldas de flores y confeccionar trajes para sus muñecas. Greta tenía que desplazarse en bicicleta todos los días para ir al colegio del pueblo y cuando llegaba a casa le encantaba ayudar a sus padres a cultivar en el huerto. La verdad era que no tenía muchos amigos, se pasaba el día correteando entre los campos de cerezos de su padre e imaginando historias de aventuras con todo tipo de seres fantásticos.
Una mañana de sábado la niña fue al pueblo a comprar leche y cuando volvió se dio cuenta de que había alguien en la finca, así que fue a ver qué pasaba. Al acercarse se dio cuenta de que era un niño que estaba tumbado a la sombra de un cerezo y llevaba una pequeña mochila de cuero apoyada en su regazo.
¿Qué estás haciendo aquí? ¿Quién te ha dejado pasar?- preguntó Greta un poco nerviosa,  ante la situación.
No nos conocemos, soy Alejandro pero todos me llaman Álex.- dijo el niño con la boca llena de cerezas.
Yo soy Greta ¡¿y a ti quién te ha dado permiso para coger cerezas?!- le preguntó la niña cada vez más enfadada.
Ems…no te mosquees que sólo son unas cuantas cerezas y con todos los árboles que tenéis no creo que tu padre las eche en falta- se intentó excusar Álex.
Greta se sentó a su lado y le dijo: ¿no llevarás cerezas en esa mochila verdad?
Álex,  lejos de contestar, comenzó a sacar de ella un montón de cochecitos de juguete de todos los colores y tamaños y los dos niños empezaron a jugar. Al acabar la tarde los niños quedaron en ese mismo cerezo para volver a jugar al día siguiente. A partir de

entonces, cada día,  Álex y Greta se encontraban bajo aquel cerezo y jugaban sin parar hasta que el sol se ponía y Alex tenía que regresar a su casa del pueblo. Poco a poco se fueron conociendo, se convirtieron en compañeros de aventuras y se hicieron inseparables. Construyeron un pequeño fuerte con ramas y cañas que cogieron de la ribera del río, y  lo llamaron “Villa Alegre” fusionando sus dos nombres, Álex y Greta, y porque pensaban que ese nombre describía bien como serían sus tardes allí.
Pero pasaron los años y las cosas cambiaron, ahora ya no les divertía jugar con los cochecitos de Alex ni inventarse historietas de aventuras en Villa Alegre. Greta y Álex seguían reuniéndose en el cerezo pero ahora sólo hablaban, y con el tiempo empezaron a aburrirse. Se pasaban las horas muertas preguntándose mutuamente qué podían hacer.
Un día Álex no apareció en toda la tarde por el cerezo y Greta se quedó muy triste consciente de que aquella amistad se había marchitado. Sin embargo todos los días Greta iba al cerezo  a esperar a Álex, pero él nunca aparecía.
 El tiempo pasó y Greta ya era mayor. Sus padres habían muerto y ella estaba más sola que nunca. Seguía viviendo en la casa de sus padres, ella cuidaba  los animales del corral y todos los cultivos.
 La sociedad había evolucionado: ya había radios, televisiones y todo el mundo llevaba coches, pero Greta como apenas salía de la finca y no tenía relación con los vecinos del pueblo, no tenía todos estos avances.
Cada tarde Greta iba al cerezo en el que se encontraba con Álex y se ponía a recordar los viejos tiempos viendo antiguas fotografías y dibujos, y sobre todo preguntándose qué habría sido de Álex. A veces Greta  pensaba que no había aprovechado su vida y que la única persona que siempre le había hecho feliz era Álex. Así que un día que tenía que hacer recados en el pueblo, le preguntó a la tendera que si Álex seguía viviendo donde siempre y ella le contestó que hacía muchos años que no se le veía por allí ni a él, ni a sus padres.
Una tarde cuando Greta estaba en Villa Alegre escuchó una voz a lo lejos que gritaba su nombre. Se levantó y al acercarse vio a un señor.
¿Greta te acuerdas de mí?-le pregunto el señor.
¡Álex!-exclamo ella sobresaltada por la emoción. Y los dos se fundieron en un abrazo.
Parece mentira, sigues igual…-dijo Álex. Pero Greta no podía decir lo mismo, a Álex se le había caído el pelo, tenía bigote y había engordado. Tras unos minutos de conversación Greta se dio cuenta de que por mucho que Álex hubiera cambiado físicamente seguía siendo el mismo que cuando era pequeño. Hablaron durante horas en el cerezo como solían hacer de niños y Álex le contó el porqué de su desaparición.
Aquel día mi padre me dijo que no podíamos seguir en el pueblo por temas económicos y que recogiese todas mis cosas. Nos fuimos esa misma mañana, pensé en avisarte pero no tuve tiempo. Llevo viviendo desde entonces en un pueblo del sur de Francia, me llevaron a un colegio en el que enseguida hice muchos amigos, aprendí francés  y cuando fui mayor empecé a trabajar en una fábrica de zapatos. Cuando cumplí veinte años me compré un piso con el dinero que ganaba  trabajando. En el piso vivía con dos amigos que eran muy importantes en el mundo del periodismo y gracias a ellos pude visitar muchos lugares. Llevo tres años viajando por España y he decidido volver al pueblo porque en Francia ya no me queda nada. Eso es todo…-dijo Álex mientras le enseñaba a Greta una foto de sus viajes. Al escuchar todo esto Greta se derrumbó por dentro, ahora se empezaba a dar cuenta de que había un mundo lleno de oportunidades, personas y experiencias más allá de la finca.
Álex le preguntó qué había hecho ella en todos estos años y ella le respondió que simplemente había cuidado del huerto. Mientras Greta pronunciaba esas palabras una lágrima se deslizaba por su mejilla.
Si quieres puedes quedarte aquí a vivir conmigo,  podremos cuidar juntos del huerto y pasar todas las tardes en Villa Alegre como cuando éramos niños ¿Qué te parece?-preguntó Greta.
Que es la mejor idea que he oído nunca- le respondió Álex.
Y así fue, los dos envejecieron en  aquella casita de campo. Greta nunca más se volvió a sentir sola, Álex descubrió cuál era su verdadero lugar, y juntos hicieron que Villa Alegre se llenara de vida de nuevo.
 Pseudónimo: Wally7


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