LA VIDA
BAJO UN CEREZO
Hace
muchos años vivía en una pequeña casa de campo una pareja de campesinos con su
hija Greta. Como los padres de Greta
eran agricultores la casa estaba rodeada
de una enorme parcela con cultivos y un corral anexo a la casa. La casa tenía una enorme chimenea, las ventanas
de madera y la fachada pintada de color blanco.
Greta era una chica muy alegre, tenía el pelo
castaño y casi siempre se lo recogía en dos trenzas. Le encantaba ponerse sus faldas de flores y
confeccionar trajes para sus muñecas. Greta tenía que desplazarse en bicicleta
todos los días para ir al colegio del pueblo y cuando llegaba a casa le
encantaba ayudar a sus padres a cultivar en el huerto. La verdad era que no
tenía muchos amigos, se pasaba el día correteando entre los campos de cerezos
de su padre e imaginando historias de aventuras con todo tipo de seres
fantásticos.
Una
mañana de sábado la niña fue al pueblo a comprar leche y cuando volvió se dio
cuenta de que había alguien en la finca, así que fue a ver qué pasaba. Al
acercarse se dio cuenta de que era un niño que estaba tumbado a la sombra de un
cerezo y llevaba una pequeña mochila de cuero apoyada en su regazo.
¿Qué
estás haciendo aquí? ¿Quién te ha dejado pasar?- preguntó Greta un poco
nerviosa, ante la situación.
No nos
conocemos, soy Alejandro pero todos me llaman Álex.- dijo el niño con la boca
llena de cerezas.
Yo soy
Greta ¡¿y a ti quién te ha dado permiso para coger cerezas?!- le preguntó la
niña cada vez más enfadada.
Ems…no
te mosquees que sólo son unas cuantas cerezas y con todos los árboles que
tenéis no creo que tu padre las eche en falta- se intentó excusar Álex.
Greta
se sentó a su lado y le dijo: ¿no llevarás cerezas en esa mochila verdad?
Álex, lejos de contestar, comenzó a sacar de ella
un montón de cochecitos de juguete de todos los colores y tamaños y los dos
niños empezaron a jugar. Al acabar la tarde los niños quedaron en ese mismo
cerezo para volver a jugar al día siguiente. A partir de
entonces,
cada día, Álex y Greta se encontraban
bajo aquel cerezo y jugaban sin parar hasta que el sol se ponía y Alex tenía
que regresar a su casa del pueblo. Poco a poco se fueron conociendo, se
convirtieron en compañeros de aventuras y se hicieron inseparables.
Construyeron un pequeño fuerte con ramas y cañas que cogieron de la ribera del
río, y lo llamaron “Villa Alegre” fusionando
sus dos nombres, Álex y Greta, y porque pensaban que ese nombre describía bien
como serían sus tardes allí.
Pero
pasaron los años y las cosas cambiaron, ahora ya no les divertía jugar con los
cochecitos de Alex ni inventarse historietas de aventuras en Villa Alegre.
Greta y Álex seguían reuniéndose en el cerezo pero ahora sólo hablaban, y con
el tiempo empezaron a aburrirse. Se pasaban las horas muertas preguntándose
mutuamente qué podían hacer.
Un día
Álex no apareció en toda la tarde por el cerezo y Greta se quedó muy triste
consciente de que aquella amistad se había marchitado. Sin embargo todos los
días Greta iba al cerezo a esperar a
Álex, pero él nunca aparecía.
El tiempo pasó y Greta ya era mayor. Sus
padres habían muerto y ella estaba más sola que nunca. Seguía viviendo en la
casa de sus padres, ella cuidaba los
animales del corral y todos los cultivos.
La sociedad había evolucionado: ya había
radios, televisiones y todo el mundo llevaba coches, pero Greta como apenas
salía de la finca y no tenía relación con los vecinos del pueblo, no tenía
todos estos avances.
Cada
tarde Greta iba al cerezo en el que se encontraba con Álex y se ponía a
recordar los viejos tiempos viendo antiguas fotografías y dibujos, y sobre todo
preguntándose qué habría sido de Álex. A veces Greta pensaba que no había aprovechado su vida y
que la única persona que siempre le había hecho feliz era Álex. Así que un día
que tenía que hacer recados en el pueblo, le preguntó a la tendera que si Álex
seguía viviendo donde siempre y ella le contestó que hacía muchos años que no
se le veía por allí ni a él, ni a sus padres.
Una
tarde cuando Greta estaba en Villa Alegre escuchó una voz a lo lejos que
gritaba su nombre. Se levantó y al acercarse vio a un señor.
¿Greta
te acuerdas de mí?-le pregunto el señor.
¡Álex!-exclamo
ella sobresaltada por la emoción. Y los dos se fundieron en un abrazo.
Parece
mentira, sigues igual…-dijo Álex. Pero Greta no podía decir lo mismo, a Álex se
le había caído el pelo, tenía bigote y había engordado. Tras unos minutos de
conversación Greta se dio cuenta de que por mucho que Álex hubiera cambiado
físicamente seguía siendo el mismo que cuando era pequeño. Hablaron durante
horas en el cerezo como solían hacer de niños y Álex le contó el porqué de su
desaparición.
Aquel
día mi padre me dijo que no podíamos seguir en el pueblo por temas económicos y
que recogiese todas mis cosas. Nos fuimos esa misma mañana, pensé en avisarte
pero no tuve tiempo. Llevo viviendo desde entonces en un pueblo del sur de
Francia, me llevaron a un colegio en el que enseguida hice muchos amigos,
aprendí francés y cuando fui mayor
empecé a trabajar en una fábrica de zapatos. Cuando cumplí veinte años me
compré un piso con el dinero que ganaba
trabajando. En el piso vivía con dos amigos que eran muy importantes en
el mundo del periodismo y gracias a ellos pude visitar muchos lugares. Llevo
tres años viajando por España y he decidido volver al pueblo porque en Francia
ya no me queda nada. Eso es todo…-dijo Álex mientras le enseñaba a Greta una
foto de sus viajes. Al escuchar todo esto Greta se derrumbó por dentro, ahora
se empezaba a dar cuenta de que había un mundo lleno de oportunidades, personas
y experiencias más allá de la finca.
Álex le
preguntó qué había hecho ella en todos estos años y ella le respondió que
simplemente había cuidado del huerto. Mientras Greta pronunciaba esas palabras
una lágrima se deslizaba por su mejilla.
Si
quieres puedes quedarte aquí a vivir conmigo,
podremos cuidar juntos del huerto y pasar todas las tardes en Villa
Alegre como cuando éramos niños ¿Qué te parece?-preguntó Greta.
Que es
la mejor idea que he oído nunca- le respondió Álex.
Y así
fue, los dos envejecieron en aquella
casita de campo. Greta nunca más se volvió a sentir sola, Álex descubrió cuál
era su verdadero lugar, y juntos hicieron que Villa Alegre se llenara de vida
de nuevo.
Pseudónimo: Wally7
No hay comentarios:
Publicar un comentario