EL AUTOCONTROL EMOCIONAL
El autocontrol emocional es la capacidad de regular
las propias emociones y sentimientos, para resistir o controlar el arrebato o
tentación de actuar impulsivamente. Así nos permite manejarlos del modo más
conveniente y beneficioso en cada situación.
No es la negación o supresión de emociones, sino
su regulación para: la adecuación del lugar, de la cantidad y conveniencia. Una
idea muy arraigada es aquella que indica que “el autocontrol procede de
reprimir nuestros sentimientos”. Nada menos cierto, pues el autocontrol
es la consecuencia de sentir nuestras emociones (lo cual no es sinónimo de
dejarnos arrastrar por ellas) y de usarlas con sabiduría de manera
constructiva, creativa y en consecuencia beneficiosa para nosotros.
ejercer un autocontrol emocional no significa
negar o reprimir los verdaderos sentimientos, el solo hecho de traer a
la conciencia los sentimientos ocultos puede tener efectos saludables.
Los estados de ánimo negativos, por ejemplo, tienen su utilidad: el enojo, la
tristeza y el miedo pueden ser una intensa fuente de motivación, sobre todo
cuando surgen del afán de corregir una injusticia. La tristeza compartida puede
unir a la gente. La urgencia nacida de la ansiedad (mientras no sea
sobrecogedora) puede estimular el espíritu creativo, etc.
Las personas que saben regular sus
estados emocionales:
• Manejan bien
los sentimientos impulsivos y las emociones perturbadoras.
• Se mantienen
compuestas, positivas e imperturbables aun en momentos difíciles.
• Piensan con
claridad y no pierden la concentración cuando son sometidas a presión.
Sin embargo, el
autocontrol emocional no debe ser excesivo al punto de sofocar toda
manifestación de nuestros sentimientos ni la espontaneidad. De hecho, ese
exceso de control tiene un costo físico y mental.
La imperturbabilidad no significa que dirijamos
nuestro desasosiego. Aunque alguien parezca impertérrito, si en realidad está
ardiendo por dentro, todavía necesita manejar sus sentimientos angustiosos.
Algunas culturas, especialmente las asiáticas, fomentan esta costumbre de
enmascarar los sentimientos negativos. Aunque esto pueda mantener las
relaciones en calma, puede salirle caro al individuo.
Analicémoslo con una muestra: La ira es una
emoción primaria que nos informa de que algún obstáculo se interpone en nuestro
objetivo. Anticipamos una respuesta o un acontecer, pero cuando nuestras
pretensiones sobre los hechos o sobre las personas se ven alterados, la rabia
se instala. Todos notamos que la ira genera una gran cantidad de energía. Esta
energía es la que podemos educar para adecuarla a una forma social.
Si somos capaces de visualizar anticipadamente
una de nuestras explosiones de ira podremos percatarnos de la agresividad que
genera contra las personas que nos parece la causaron.
La
manifestación de la ira y rabia descontrolada:
• Es bloqueante
para nosotros.
• Da una imagen
de nosotros poco conveniente y adecuada.
• Desautoriza
nuestra credibilidad.
• Es una
descomposición emocional que tendrá repercusiones en nuestro organismo.
• Causa
vergüenza propia y ajena.
• Produce miedo
y rechazo.
• Nos crea enemigos.
• Interrumpe la
comunicación.
• Desconcierta y
crea desconfianza.
• Nos aleja del
entorno.
• Nos
estigmatiza de cara al futuro en el ámbito en que se produce.
• Genera una
agresividad siempre desmedida.
• Nunca es
proporcional a la causa que la provocó.
• Hiere
injustamente.
• No se calcula
la herida que produce.
• Elaboramos
futuro de rencor propio y/o ajeno.
• Alimentamos el
odio en el otro.
Posibles soluciones:
• Podemos
anticipar la reflexión.
• Visualizando
los obstáculos sin agresividad.
• Tiene que ver
con renovar la mirada.
• Generando
empatía.
• Activamos la
compasión.
• Transformamos
el enemigo en una persona con debilidades.
• No inventar
enemigos.
• Poner en
positivo y entender las motivaciones ajenas.
• Aprovechamos
en nuestro favor las manifestaciones agresivas.
El autocontrol
no nace de un día para otro. Desde el mismo momento en que nacemos, debemos
educar la voluntad de la regulación emocional.
Esta cualidad requiere trabajo, decisión y
disposición. Es mucho más cómodo dejarse llevar por la corriente, hacer lo que
nos gusta y no cumplir con nuestro deber. Pero, así como la voluntad, el
control de sí mismos puede elaborarse diariamente.
Consiste en analizar la situación y las emociones
que provocan. Es la llamada “introspección”, es decir, reflexionar sobre
nuestro estado emocional para adquirir conocimientos sobre las consecuencias de
nuestras emociones (pensamientos, sentimientos, actividad fisiológica…) y las
causas de nuestras experiencias emocionales. Como resultado de este trabajo,
desarrollaremos la habilidad para comprendernos y entender mejor las relaciones
con nuestro entorno.
Elige
sabiamente qué hacer y cómo
Reflexiona y elige aquella táctica que creas que
mejor resultado dará en la situación en la que te encuentres. Intenta buscar un
nuevo punto de vista a esa situación que te preocupa y recuerda que nadie es
poseedor de la verdad absoluta. Sitúate en el lugar del otro e interrógate
sobre cómo lo verías y sentirías tú bajo ese prisma. En muchas ocasiones esa
información, te aportará nuevas vías de solución. Empatiza.
No obstante, cualquier
estrategia que utilicemos debe cumplir unas condiciones elementales como son el
respeto de nuestros derechos y de los demás, que no implique daño a otras
personas y, en muchos casos, que sean social y culturalmente aceptadas.
Y recuerda, es conveniente no dejarse llevar buscando beneficios rápidos y a
corto plazo.
Evalúa si los
objetivos propuestos se han cumplido: evalúa la efectividad de
la estrategia emocional utilizada. Muchas personas reaccionan
descontroladamente a sus experiencias cotidianas y luego se lamentan de su
actuación. Esta reflexión facilita el funcionamiento personal y social.
Cuento
El anciano jefe de
una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida.
Él les dijo:
"Una gran pelea
está ocurriendo dentro de mí, desde que nací, es una pelea entre dos lobos.
Uno de los lobos es
maldad, cobardía, temor, ira, envidia, dolor, vanidad, indolencia, arrogancia,
culpa, resentimiento, inferioridad, orgullo, mentiras y avaricia.
El otro es bondad,
amor, alegría, paz, voluntad, armonía, esperanza, generosidad, amistad,
empatía, serenidad, sabiduría, fortaleza, compasión, humildad, dulzura, y
verdad.
Esta misma pelea
está ocurriendo dentro de vosotros, y dentro de todo ser humano."
Los chicos lo
pensaron un minuto y uno de los niños le preguntó: abuelo dime, ¿Cuál de los
lobos ganará la pelea?
El anciano jefe respondió: "El que tú alimentes"
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