lunes, 26 de enero de 2015

EL AUTOCONTROL EMOCIONAL

EL  AUTOCONTROL  EMOCIONAL
Seleccionado por Mª Teresa Tomás Rodrigo

El autocontrol emocional es la capacidad de regular las propias emociones y sentimientos, para resistir o controlar el arrebato o tentación de actuar impulsivamente. Así nos permite manejarlos del modo más conveniente y beneficioso en cada situación.
No es la negación o supresión de emociones, sino su regulación para: la adecuación del lugar, de la cantidad y conveniencia. Una idea muy arraigada es aquella que indica que “el autocontrol procede de reprimir nuestros sentimientos”. Nada menos cierto, pues el autocontrol es la consecuencia de sentir nuestras emociones (lo cual no es sinónimo de dejarnos arrastrar por ellas) y de usarlas con sabiduría de manera constructiva, creativa y en consecuencia beneficiosa para nosotros.
ejercer un autocontrol emocional no significa negar o reprimir los verdaderos sentimientos, el solo hecho de traer a la conciencia los sentimientos ocultos puede tener efectos saludables. Los estados de ánimo negativos, por ejemplo, tienen su utilidad: el enojo, la tristeza y el miedo pueden ser una intensa fuente de motivación, sobre todo cuando surgen del afán de corregir una injusticia. La tristeza compartida puede unir a la gente. La urgencia nacida de la ansiedad (mientras no sea sobrecogedora) puede estimular el espíritu creativo, etc.
Las personas que saben regular sus estados emocionales:
• Manejan bien los sentimientos impulsivos y las emociones perturbadoras.
• Se mantienen compuestas, positivas e imperturbables aun en momentos difíciles.
• Piensan con claridad y no pierden la concentración cuando son sometidas a presión.

Sin embargo, el autocontrol emocional no debe ser excesivo al punto de sofocar toda manifestación de nuestros sentimientos ni la espontaneidad. De hecho, ese exceso de control tiene un costo físico y mental.
La imperturbabilidad no significa que dirijamos nuestro desasosiego. Aunque alguien parezca impertérrito, si en realidad está ardiendo por dentro, todavía necesita manejar sus sentimientos angustiosos. Algunas culturas, especialmente las asiáticas, fomentan esta costumbre de enmascarar los sentimientos negativos. Aunque esto pueda mantener las relaciones en calma, puede salirle caro al individuo.
Analicémoslo con una muestra: La ira es una emoción primaria que nos informa de que algún obstáculo se interpone en nuestro objetivo. Anticipamos una respuesta o un acontecer, pero cuando nuestras pretensiones sobre los hechos o sobre las personas se ven alterados, la rabia se instala. Todos notamos que la ira genera una gran cantidad de energía. Esta energía es la que podemos educar para adecuarla a una forma social.
Si somos capaces de visualizar anticipadamente una de nuestras explosiones de ira podremos percatarnos de la agresividad que genera contra las personas que nos parece la causaron.

La manifestación de la ira y rabia descontrolada:


• Es bloqueante para nosotros.
• Da una imagen de nosotros poco conveniente y adecuada.
• Desautoriza nuestra credibilidad.
• Es una descomposición emocional que tendrá repercusiones en nuestro organismo.
• Causa vergüenza propia y ajena.
• Produce miedo y rechazo.
• Nos crea enemigos.
• Interrumpe la comunicación.
• Desconcierta y crea desconfianza.
• Nos aleja del entorno.
• Nos estigmatiza de cara al futuro en el ámbito en que se produce.
• Genera una agresividad siempre desmedida.
• Nunca es proporcional a la causa que la provocó.
• Hiere injustamente.
• No se calcula la herida que produce.
• Elaboramos futuro de rencor propio y/o ajeno.
• Alimentamos el odio en el otro.

 Posibles soluciones:

• Podemos anticipar la reflexión.
• Visualizando los obstáculos sin agresividad.
• Tiene que ver con renovar la mirada.
• Generando empatía.
• Activamos la compasión.
• Transformamos el enemigo en una persona con debilidades.
• No inventar enemigos.
• Poner en positivo y entender las motivaciones ajenas.
• Aprovechamos en nuestro favor las manifestaciones agresivas.

El autocontrol no nace de un día para otro. Desde el mismo momento en que nacemos, debemos educar la voluntad de la regulación emocional.
Esta cualidad requiere trabajo, decisión y disposición. Es mucho más cómodo dejarse llevar por la corriente, hacer lo que nos gusta y no cumplir con nuestro deber. Pero, así como la voluntad, el control de sí mismos puede elaborarse diariamente.
Consiste en analizar la situación y las emociones que provocan. Es la llamada “introspección”, es decir, reflexionar sobre nuestro estado emocional para adquirir conocimientos sobre las consecuencias de nuestras emociones (pensamientos, sentimientos, actividad fisiológica…) y las causas de nuestras experiencias emocionales. Como resultado de este trabajo, desarrollaremos la habilidad para comprendernos y entender mejor las relaciones con nuestro entorno.
Elige sabiamente qué hacer y cómo
Reflexiona y elige aquella táctica que creas que mejor resultado dará en la situación en la que te encuentres. Intenta buscar un nuevo punto de vista a esa situación que te preocupa y recuerda que nadie es poseedor de la verdad absoluta. Sitúate en el lugar del otro e interrógate sobre cómo lo verías y sentirías tú bajo ese prisma. En muchas ocasiones esa información, te aportará nuevas vías de solución. Empatiza.
No obstante, cualquier estrategia que utilicemos debe cumplir unas condiciones elementales como son el respeto de nuestros derechos y de los demás, que no implique daño a otras personas y, en muchos casos, que sean social y culturalmente aceptadas. Y recuerda, es conveniente no dejarse llevar buscando beneficios rápidos y a corto plazo.
Evalúa si los objetivos propuestos se han cumplido: evalúa la efectividad de la estrategia emocional utilizada. Muchas personas reaccionan descontroladamente a sus experiencias cotidianas y luego se lamentan de su actuación. Esta reflexión facilita el funcionamiento personal y social.
Cuento
El anciano jefe de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida.
Él les dijo:
"Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí, desde que nací, es una pelea entre dos lobos.
Uno de los lobos es maldad, cobardía, temor, ira, envidia, dolor, vanidad, indolencia, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, orgullo, mentiras y avaricia.
El otro es bondad, amor, alegría, paz, voluntad, armonía, esperanza, generosidad, amistad, empatía, serenidad, sabiduría, fortaleza, compasión, humildad, dulzura, y verdad.
Esta misma pelea está ocurriendo dentro de vosotros, y dentro de todo ser humano."
Los chicos lo pensaron un minuto y uno de los niños le preguntó: abuelo dime, ¿Cuál de los lobos ganará la pelea?
El anciano jefe respondió: "El que tú alimentes"

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